Testosterona y cáncer de próstata. La historia de un gran y silencioso malentendido de la medicina moderna.
Este año se cumplen más de 80 años desde que Charles B. Huggins publicara los resultados pioneros de un estudio sobre pacientes tratados con una terapia hormonal experimental y, para aquellos tiempos, innovadora.
Es imposible describir la magnitud y el ritmo de los progresos realizados en este periodo de tiempo; hemos aterrizado en la Luna, dividido el átomo y fotografiado regularmente la superficie de Marte. ¿Qué es lo que aún no hemos conseguido y qué parece estar más allá del horizonte de nuestras posibilidades?
La humildad y la capacidad de anteponer la salud y la vida de las personas a tus propias ambiciones y sueños.
En este caso concreto, podemos decir abiertamente que fue un error cometido hace mucho tiempo, cuyos efectos seguimos sintiendo hoy, y no hay señales de que eso cambie pronto.
Testosterona y cáncer de próstata
Si últimamente se ha preguntado a qué se debe la progresiva devaluación de la institución del Premio Noble, este relato le ayudará a ampliar el esquema histórico del fenómeno y a comprender el escepticismo asociado a él.
Charles B. Huggins publicó en 1941 un estudio que demostraba que en los pacientes a los que se les reducían los niveles de testosterona (mediante castración quirúrgica u hormonal) las células cancerosas de la próstata dejaban de crecer, mientras que en los pacientes que recibían testosterona exógena, las células cancerosas se multiplicaban. La conclusión, por tanto, apuntaba a que la testosterona era la responsable y contribuía directamente al cáncer de próstata.
¿Dónde está el diablo?
Como de costumbre, está en los detalles. Ahondando en la metodología y la documentación de la propia investigación, un ojo suficientemente entrenado verá que...
Los estudios se referían a una misma persona. Para ser precisos, estamos hablando de una situación en la que el paciente X recibió primero una terapia hormonal (con regresión del tumor) y luego se le administró testosterona externa (exógena), lo que provocó que las células del cáncer de próstata se multiplicaran rápidamente de nuevo.
Una metodología increíblemente vanguardista, diría un moderno.
Pero no olvidemos que estamos hablando de los salvajes años 60. Y ahí no acaba la historia. Charles B. Huggins fue galardonado con el Premio Noble por su gran descubrimiento y desde entonces la percepción del papel de la testosterona en el desarrollo del cáncer de próstata ha permanecido prácticamente inalterada.
¿Cuán equivocados estábamos?
Un meta-análisis de 20161 de más de 20 estudios del periodo 1960-2010, concluyó de forma unitaria que ninguno de los estudios analizados mostraba una relación directa entre la proliferación del cáncer de próstata y los niveles de testosterona. Un estudio paralelo e independiente2 mostraron que incluso cuando se administra testosterona exógena a los pacientes que ya tienen el enfermedad, no tiene ningún efecto sobre el curso de la misma, es decir, no acelera ni frena el proceso de crecimiento de las células cancerosas.
¿Es la terapia hormonal sustitutiva segura?
Esta cuestión sigue abierta debido a la disparidad de resultados de las investigaciones sobre esta cuestión. El elemento que hace imposible dar un veredicto unánime es, como norma, la multiplicidad de factores responsables de la aparición del cáncer; y en este caso concreto, se trata de la predisposición personal al cáncer de próstata, y de si dicha HTZ debe utilizarse en una persona que ya ha padecido un cáncer de próstata, o se encuentra en un grupo de riesgo. Aparentemente, y en contra de lo que se ha afirmado anteriormente, parece que se defiende la posición de que no existe ninguna relación entre los niveles de testosterona y el desarrollo del cáncer de próstata, sin embargo.... Todos los estudios descritos anteriormente se refieren únicamente a hombres con la enfermedad, o en tratamiento, es decir, ya con alguna lesión cancerosa focal. No describen ni analizan los casos de los hombres que están enfermos/"esperando el cáncer", porque es prácticamente imposible llevar a cabo tales estudios, debido al enorme número de hombres que tendrían que formar un grupo de control.
¿Qué causa el cáncer de próstata?
Es una pregunta a la que no nos atrevemos a responder de forma unánime, porque la multitud de teorías y la falta de fundamentos sólidos de cada una de ellas las convierten en meras premisas y no en verdaderos indicios; por muy objetiva que sea la verdad. Sin embargo, vamos a publicar una breve lista de cosas cuyos elementos parecen ser indicadores universalmente consistentes de estar en un grupo de riesgo:
Edad |
El riesgo de cáncer de próstata aumenta con la edad. La edad media de diagnóstico es de 66 años, y un mayor porcentaje de todos los cánceres de próstata detectados se sitúan entre los 65 y los 74 años. Un alarmante 28% son hombres mayores de 50 años, por lo que sugerimos no tratar la edad de 66 años como una especie de punto triste en el calendario, un examen obligado. Le sugerimos que no ponga a prueba su propia suerte y acuda a un examen de próstata incluso antes de cumplir los 40 años. |
Antecedentes familiares de enfermedades |
El cáncer de próstata parece estar fuertemente inoculado en los genes, es decir, la probabilidad de desarrollar la enfermedad es proporcional al historial de su aparición en generaciones anteriores. Según diversas fuentes, la mayor predisposición a la enfermedad se da no sólo en los hombres con antecedentes de cáncer de próstata en sí, sino con antecedentes de cáncer en general. Por lo tanto, cada caso de cáncer en la familia debería ser un factor de alarma adicional para someterse a las pruebas de detección. |
Dieta |
Una dieta rica en carbohidratos, en grasas y altamente procesada, o lo que podríamos llamar colectivamente una "dieta de la tragedia" puede ser un factor que contribuya al cáncer de próstata. |
Estilo de vida sedentario |
Más concretamente, un estilo de vida radicalmente sedentario, es decir, un trabajo sedentario ininterrumpido durante muchas horas combinado con una aversión aguda a cualquier actividad física (que no sea estar sentado) es también un factor de desarrollo del cáncer de próstata. Queremos señalar aquí que un estilo de vida así puede ser perjudicial para todos los órganos que funcionan y, por tanto, para el cuerpo en general. Desarrollar el amor por la actividad física y la propia salud son dos cosas que recomendamos encarecidamente y estipulamos que realmente vale la pena. |
De qué trata este artículo y qué no
El propósito del artículo anterior era intentar derribar el testosteorn de la picota en la que ha estado encaramado durante tantos años y sigue recibiendo golpes e insultos indebidos. Dejando a un lado la discusión sobre si la testosterona es responsable de todos los males del mundo, nos gustaría decir que no es -o no lo es en la medida- responsable de la aparición del cáncer de próstata, como unánime y convenientemente hemos llegado a creer que es.
Este no significa - y esta parte del discurso está dirigida a algunos lectores que aprecian niveles elevados de testosterona - que el uso a largo plazo y el mantenimiento de su concentración x veces por encima de la norma no dará lugar a un crecimiento prematuro o excesivo de las células cancerosas de la próstata - esto no lo sabemos, porque tales estudios simplemente no se llevan a cabo (son incompatibles con la ética ampliamente entendida de la investigación humana); Sin embargo, todos los informes prácticos indican que la testosterona en dosis altas administradas durante un tiempo suficientemente largo puede iniciar tales cambios, y ciertamente puede causar el crecimiento excesivo de la propia glándula. La mejor prueba parece ser la cateterización generalizada del equipo olímpico ruso de halterofilia, un fenómeno que se remonta a los años 60-70, cuando la única forma disponible de testosterona era la "testosterona libre", es decir, una molécula única y libre sin un éster unido. Esta forma más agresiva de testosterona hacía que los atletas veinteañeros tuvieran que ser sondados debido a una hipertrofia de próstata tan grave que no podían orinar por sí mismos.
Investiguemos, formémonos y enfrentémonos al conocimiento
Siempre y en todas partes. Para ti y para la posteridad.
1 https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26779889/
2 https://www.europeanurology.com/article/S0302-2838(15)01213-0/fulltext